El amor es más grande que el miedo

El amor a los seres queridos –que prima sobre todo temor– hace soportable en el anciano el miedo al dolor y a la muerte. Sabe que al mostrar él cierta
paz y tranquilidad evita el sufrimiento de los otros, y eso le da entonces sentido al sufrimiento: es un sentido para los demás. El sufrimiento también tiene
sentido cuando se evita el dolor de otros.

La condición para aceptar la muerte es vivir la propia vida, como sugiere Simmons: “En la medida en que he vivido, puedo permitirme morir. Si considero mi vida insuficiente, gris o desdichada, no quiero dejarla; insisto en vivir más para tener más Oportunidades y ocasiones, que de hecho no tengo. En cambio, si logro congraciarme con mi vida,
si puedo saludarla, perdonarla, amarla, entonces puedo separarme sanamente y con satisfacción de la vida. Para obtenerlo, tengo que perdonarme los rrores que he cometido, apreciarme, mostrarme agradecido por las cosas que me ha dado, aceptar aquello que ya no puede cambiarse, abrazarme a mí mismo y darme una mano para hacer frente a la mayor de las pérdidas: mi muerte”.
(Reflexiones sobre la vejez y la muerte)