Afrontar la muerte de un ser querido es uno de los escollos más terribles que tenemos que superar en nuestra vida. Pero siempre es posible encontrar nuevamente el sentido a nuestra existencia, y seguir adelante.
En esos momentos en los cuales todas las palabras sobran, también es posible comenzar a hallar el camino para regresar a la vida, para volver a disfrutar del sol por las mañanas, para reencontrar el sentido a nuestros días. Cuando perdemos un ser querido el duelo nos ciega, y pensamos que ya nada será igual.
Sin embargo, aunque el dolor será nuestro compañero silencioso hasta que nos reencontremos en la eternidad, también aquí sigue la vida y debemos encararla con la misma fuerza de antes. Es lo que seguramente desearía ese ser que perdimos y que tanto amábamos.
Lo más importante para superar el duelo por muerte, en primer término, es eliminar los sentimientos de culpa. Cuando perdemos una persona querida sentimos que han quedado miles de cosas pendientes por decir o hacer, que no le hemos dicho suficientemente cuanto la queríamos o que hemos quedado en deuda con ella.
Este sentimiento suele agudizarse en los casos más complicados de duelo, por ejemplo ante la pérdida de un hijo o ante un suicidio de un familiar. La muerte súbita es también otra situación de extrema complejidad, porque no puede hallarse ninguna razón lógica para la muerte de alguien que gozaba, por lo menos en apariencia, de un perfecto estado de salud.
Los sentimientos nocivos, como rabia, culpa, desesperación, tristeza continua, nos ayudarán a construir nada positivo para el futuro. Muy por el contrario, nos hundirán en un mar de dolor que terminará por ahogarnos. Compartir experiencias con otras personas en situación similar, en cambio, nos permitirá comenzar a encontrar esa pequeña luz de esperanza en el fondo del camino.
Superar el gran dolor de una pérdida no significa que uno se olvide de la persona que falleció. El duelo sano consiste en encontrar la forma de recordar al ser querido y adaptarnos a nuestra vida sin su presencia.
Las personas suelen experimentar «olas» de dolor que van y vienen. En ocasiones, cuando la pérdida es muy reciente, el dolor es muy intenso. Pero algunas personas no sienten ese dolor de inmediato. Puede tomar tiempo aceptar la realidad de que el ser querido ha muerto.
El duelo es un proceso sano que busca reconfortarnos, hacer que aceptemos la pérdida y encontremos formas de adaptarnos.