¡No te olvidaré! … Por qué oramos por los difuntos?

Desde la Iglesia primitiva hasta nuestros días la Iglesia Católica enseña que después de la muerte viene el juicio particular: «Está establecido que los hombres mueran una sola vez y luego viene el juicio» (Hebr. 9, 27), donde «cada uno recibe conforme a lo que hizo durante su vida mortal» (2 Corintios 5, 10). En este juicio hay tres opciones: cielo, purgatorio o infierno.

Cielo, purgatorio e infierno

Los que mueren en gracia de Dios se salvan y van directamente al cielo «Bienaventurados los limpios de corazón -dice Jesús- porque ellos verán a Dios» (Mt. 5, 8). Los que rechazan a Dios se condenan. Ahora bien, ¿Qué sucede con aquellas personas que en vida hayan servido al Señor, pero al morir no estén aun plenamente purificados de sus pecados? Esas personas van al Purgatorio que  no es un estado definitivo sino temporal, van porque al morir no están plenamente limpios del pecado y  porque  en el cielo no puede entrar nada manchado. «Nada impuro entrará…». (Apocalipsis 21, 27).

Según nuestra fe católica, se pueden ofrecer oraciones y Misas por aquellos muertos que necesitan terminar de purificar su alma para entrar en el Cielo (Ef 6,18).  Nosotros no sabemos quiénes van directamente al Cielo o al Infierno, ni sabemos quiénes se están purificando porque no conocemos el interior de los demás, por eso oramos siempre por todos los que mueren.

Nuestras obras serán evaluadas

El Apóstol Pablo dice, además, que en el día del juicio, la vida (obra) de cada hombre será probada. «El fuego probará la obra de cada cual. Si su obra resiste al fuego, será premiado, pero si esta obra se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar. Él se salvará, pero como quien pasa por el fuego» (1 Cor. 3, 15). La frase: «tendrá que pagar» no se puede referir a la condena del Infierno, ya que de ahí nadie puede salir. Tampoco puede significar el Cielo, ya que allá no hay ningún sufrimiento. Sólo la doctrina y la creencia en el Purgatorio explican y aclaran este pasaje. Por eso rezamos por nuestros muertos, para que pasen con rapidez por el fuego del purgatorio y luego vayan al cielo. El purgatorio es un lugar de espera, un lugar donde sufrimos porque estar lejos de Dios nos causa sufrimiento y  ver con claridad nuestras impurezas y arrepentirnos de ellas es lo que purifica.