Necesitamos empatía con el paciente crónico

Quisiéramos que nuestro ser querido no esté sufriendo una enfermedad crónica porque además sufrimos nosotros la frustración horrible de no poder ayudarlo; además el paciente tiende a sentirse incomprendido cuando recibe por parte nuestra constantes soluciones a su forma de vivir la enfermedad por eso puede llegar a sentir enfado con los quienes le rodean, por sentirse incomprendido o por sentir reproches.

Ellos creen que se les juzga negativamente debido a no ser parte de la vida diaria de la familia, de no compartir con las personas sanas y de alterar el ritmo del hogar, de modo que su dolencia de una u otra manera se hace presente en la vida de todos; sea porque no sale a almorzar al comedor, no quiere ir a un cumpleaños o requiere silencio.

Por ejemplo, el hecho de estar sentado en un sillón puede ser motivo de crítica, mientras los familiares piensan que el enfermo no quiere enfrentarse al día a día, el enfermo considera que ya es bastante con levantarse de la cama siendo que se siente tan mal.

Mientras el deseo de la familia es el de intentar minimizar los síntomas de la enfermedad, la percepción del paciente es que no tiene derecho a sentirse mal. Sería como si sintiera que ya lleva demasiado tiempo quejándose y molestando a todos.

Si estos sentimientos no se conversan el circulo vicioso del malestar será cada vez más grande entre todos y el sufrimiento será mayor.

Es preferible conversar con el corazón en la mano de ambas partes, siendo la persona sana más compasiva y empática que el paciente.