El aborto es un asunto familiar

Por David A. Wemhoff ( www.elvinedoderaquel)

Recuerdo el día que la estación de radio de Chicago anunció la decisión Roe v. Wade. Se percibía asombro y dolor por parte de mis padres cuando dijeron: «¡Oh, No!» No sabíamos en aquel entonces que el aborto golpearía nuestra familia, ni que yo algún día perdería a mi hijo a causa de ese mal.

Harry Blackmun y seis de sus colegas dijeron «que el derecho a terminar un embarazo» estaba garantizado por la Constitución. No podíamos creer que ellos supieran lo que «terminar un embarazo» le haría a un bebé. Más aún, en ninguna parte de las 60 y pico páginas de su opinión expresaba lo que el aborto significaba para la relación entre el hombre y la mujer, y para el padre de la criatura. Ni tampoco discutió Blackmun ni los otros, los efectos a largo plazo del aborto.

«Emma» (un seudónimo) ay yo nos conocimos cuando estábamos en los veintes. Estábamos locos el uno por el otro. A pesar de nuestra crianza, nosotros vivíamos en un tiempo y en un lugar en el que los libros, los magazines, las películas, y la música nos decían que podíamos hacer lo que nos diera la gana, mientras nos sintiéramos bien, y mientras no le hiciéramos»daño a nadie.» Las mismas voces nos dijeron que nosotros éramos el centro del universo, más aun, nos dijeron que éramos el universo.

Caímos en esta estupidez, y cuando nuestro hijo fue concebido, nos enfrentamos con la pregunta sobre ¿qué íbamos ha hacer? Su suerte no fue decidida por una cuidadosa y franca discusión, sino con dos cortas respuestas a dos preguntas que nos intercambiamos en medio de la noche.
Ni Emma ni yo sabíamos lo que estábamos haciendo, y tampoco sabíamos lo que la pérdida de nuestro hijo nos haría a nosotros. No entendíamos nuestros sentimientos después del aborto, ni tampoco sabiamos qué hacer con ellos.

Si tratábamos de hablar sobre su pérdida, había rabia, gritos, acusaciones, o total rechazo del asunto con un chiste o con una frase rápida que cortara la conversación. Yo creo que nosotros pensábamos que ignorando lo que había pasado, todo se «iría por su cuenta» ay las cosas volverían a la normalidad. Pero las cosas no podrían ser las mismas ni serían iguales nunca más. Nos distanciamos, y la relación se terminó, como pasa en la mayoría de los casos, cuando hay un aborto.

Por casi 15 años, yo luché contra una enorme culpa y dolor por la pérdida de Emma y de mi hijo. Pero nunca en verdad examiné cuáles fueron quizás los más profundos eventos de mi vida. Más tarde me di cuenta que dentro de mí, lo mejor había venido y se había ido, y me pregunté si yo valía algo.

Esto lo llevé conmigo a todo lo que hacía. Y mientras el tiempo pasaba, más enojado me ponía. No dejé que nadie más se me acercara. Por mucho tiempo evité todo aquello que me recordara lo que había pasado. Enterré mis pérdidas y pretendí que nunca habían existido.
Cargué el peso de la muerte de mi hijo solo hasta hace poco. Esto es muy común, y hay razones para ello.

El hombre no está supuesto a sentir nada por la pérdida de un hijo mediante el aborto, de acuerdo a los oficiales de la sociedad americana. Después de todo, ellos dicen que los hombres no podemos quedar embarazados y que la Corte Suprema dice que la decisión sobre el aborto pertenece solamente a la mujer. La Corte dejó en claro que ni siquiera el esposo tiene nada que decir en el asunto.

Aun cuando más y más mujeres admiten públicamente sus abortos como parte del proceso de sanación, casi no se había oído decir que los hombres admitieran ser el padre del niño abortado. Pero finalmente, muchos de nuestros familiares y amigos, aunque sean decentes y tengan buenas intenciones, tienen problema entendiendo y aceptando esto. Muchas personas buenas no saben cómo hablar o estar cerca de un hombre – o una mujer, de igual modo, que ha perdido un hijo a causa del aborto. Yo recuerdo muchos comentarios que me desanimaron ante la posibilidad de abrirme y expresar lo que sentía por miedo a oprobio que pudiera recibir.

Las estadísticas del instituto pro-aborto Alan Guttmacher muestran que para los 45 años de edad, el 43% de las mujeres, y por tanto la misma cantidad de hombres, habrían perdido un hijo a causa del aborto. Las mujeres que han abortados son muchas veces llamadas, «las heridas ambulantes,» pero también hay millones de hombres que de igual modo, cargan este dolor en sus corazones. Estamos por todas partes, casi todos nosotros nos quedamos solos en nuestro dolor.

La Doctora Theresa Burke es la coautora del excelente libro Dolor Prohibido, y fundadora del ministerio Viñedo de Raquel para hombres y mujeres que han tenido abortos. El Doctor Wayne Brauning es el fundador y director de La Recuperación de los Hombres después del Aborto (MARC). Ambos descubrieron que todos aquellos que sufren a causa del aborto, necesitan pasar por ese proceso de sufrir esa gran pérdida.

Al sufrir, al llorar por alguien, tenemos que enfrentar lo que sucedió. Esto puede ser muy difícil, porque implica revivir lo pasado hace muchos años. En mi caso, yo tenía que sentirme en un ambiente seguro en el cual yo no sería condenado por lo que había hecho. Yo me siento bendecido porque encontré ese refugio en muchas personas – mi párroco, mi mejor amigo, y el amoroso equipo en el Viñedo de Raquel.

Yo pude hablar, hablar, y hablar sobre lo que sentía y continuaba sintiendo. Yo podía empezar a recordar todo y ver qué había pasado y por qué había pasado. Yo podía aceptarlo todo, y podía llorar por mi hijo perdido y por el dolor que Emma debió haber sentido.

Podía empezar a perdonar no sólo a Emma, sino que quizás, más importante aun, podía perdonarme a mí mismo. Al fin podía remover la piedra que me había aplastado todos estos años. Podía ser liberado. Liberado casi 17 años después de su muerte, reconocí a mi hijo poniéndole por nombre Mateo Pedro. Mateo es el primer Evangelio, y quiere decir en hebreo, «Regalo de Dios.» Mateo hubiera nacido en la fiesta de San Pedro. Por eso llamé a mi hijo Mateo Pedro.

Aunque él murió antes de nacer, yo entiendí que como quiera era mi hijo. Él era parte de la familia. Aunque nunca llegué a cargarlo o a hablar con él, fui bendecido con él. El Padre John Patrick Riley, mi párroco, me sorprendió un día cuando me dijo que mi Mateo Pedro estaba en el cielo rezando por mí. Qué bueno fue saber eso, qué gran consuelo. La pérdida de Mateo y de Emma fue la pérdida de mi familia, y el dolor continuará. Pero aun cuando nunca pueda olvidar, ya no estoy incapacitado por el recuerdo ni torturado por la culpa y la vergüenza.

El proceso de sufrimiento y sanación me ha enseñado mucho, he aprendido cosas tales como ¿por qué existe el aborto en esta tierra? Y la importancia de restaurar la protección legal a los niños no nacidos. También se que debemos de cambiar la cultura que permite que exista el aborto.

Entiendo por qué las personas, por error, escogen el aborto, y quienes deciden escogerlo son personas heridas que necesitan nuestro amor y cuidado. Entiendo la belleza y el valor de los regalos que todos necesitamos: sanación, esperanza, descanso, y paz.

Ahora soy libre para vivir de nuevo, total y felizmente. Libre para amar y reír, para esperar y soñar. Libre para empezar de nuevo y construir mejor que antes.