El dolor no es para siempre

El nacimiento es la primera pérdida. Es el primer duelo, perdimos la seguridad del seno materno.

Después esa pérdida acompaña la pérdida más grande, el amor. Hay conflicto, malentendidos, hay desapegos. Todas las relaciones se acaban. El duelo es el precio que pagamos por amar. Cuando uno decide amar, debe pensar que comienza a sufrir. Todos estos desapegos o pérdidas específicas sirven para prepararnos a enfrentar la última pérdida que es la muerte.

Todos los duelos  son violentos, aunque haya sido de alguien amado muy enfermo durante años. La muerte sucede repentinamente: un accidente de carretera o de trabajo, un homicidio, la guerra, un suicidio, una enfermedad.Nunca estamos preparados. Algo se rompe por dentro, es muy violento, muy impactante.

Existe un principio en la vida que tenemos que integrar. No se puede vivir sin sufrir. Ahora cómo cada uno maneja los sufrimientos es lo que hace la diferencia. El sufrimiento tiene dos opciones fundamentales. O el sufrimiento nos hace madurar y se transforma en crecimiento, es decir, la fecundidad del dolor que nos hace más sabios, más humanos, más tiernos, más cercanos a los demás.

O el sufrimiento crea o produce esterilidad. La herida nunca se ha sanado.Sólo ha producido amargura, resentimiento, pus. Entonces, después de veinte o treinta años, esta persona se siente víctima de la vida. Todo es absurdo. La persona está deprimida. No podemos elegir los dolores. Podemos elegir cuáles actitudes asumir ante el sufrimiento. La más saludable y difícil de conseguir es la aceptación.

El dolor no es para siempre.

Detrás de las nubes, está el sol.   Tal vez, llueva, haya tempestad por varios días, pero no será así todo el año. El sol saldrá otra vez. Tienes que tener paciencia, aguantar, ser resistente. Poco a poco, aparecerán rayos de sol, elementos de esperanza, relaciones que se renuevan, descubrimientos. Y tienes que saborear.No serás infeliz para siempre porque sufriste esta pérdida.

Padre Arnaldo Pancrazzi OSC