Cuando hablamos de la muerte de un padre, hablamos de que, probablemente, hayamos perdido uno de los pilares fundamentales que conforman nuestra vida. Aunque existen otras realidades, uno de los vínculos más profundos y primarios es el que establecemos con nuestro padre. Al perder a un padre también perdemos a una de las figuras más importantes en nuestra vida, que ha sido, a su vez, una fuente esencial de conexión, de protección, de seguridad, de afecto, de confianza, etc., que hemos tenido siempre. Pasamos a vivir en un mundo en el que esta persona por primera vez no está físicamente.
Asumir la muerte de un padre es un proceso profundamente doloroso teniendo en cuenta el cambio que esto supone en nuestra forma de estar en el mundo. Además, en relación con el papel fundamental que un padre ha podido suponer, tenemos que recordar que este puede haber sido una de nuestras figuras de apego primarias, y, como sabes, la pérdida de una figura de apego conlleva la pérdida de una base de seguridad para nosotras.
Por más palabras y explicaciones que podamos dar a todo esto, sufrir la muerte de un padre no podrá ser descriptible. Pero, lo que quizá sí puede ayudarnos en este proceso es, y además de contar con ayuda y apoyo, tener información que nos permita entender nuestras emociones y reacciones una vez que esa persona se ha ido del plano físico.
El dolor que trae consigo la muerte de un padre puede inundar hasta el último de los recovecos de nuestro interior. Tal es este dolor que parece como si no existiera sitio para guardarlo dentro, como si no pudiéramos sostenerlo en nuestras manos, y, a la vez, como si no pudiéramos nunca quitárnoslo de encima.
En un primer momento, cuando la pérdida de un padre es reciente, puede existir la sensación de que no podremos ser capaces de vivir en este nuevo mundo sin él, o de hacerlo sin un dolor constantemente presente y profundo. Además, dependiendo de las circunstancias en las que haya ocurrido la muerte, podemos tener esta sensación incrementada, y no saber, por ejemplo, cómo superar la muerte repentina de un padre. Es natural y válido que, durante el tiempo que necesitemos, pensemos y sintamos esto. Recuerda que en un proceso de duelo como este no hay reglas marcadas de lo que se supone que tienes que hacer o sentir.
Ahora bien, podremos trabajar para integrar, asentar, y atenuar el dolor que esta ausencia ha traído. Esto no quiere decir que vayamos a olvidar la muerte, que vayamos a ”superarlo”, o que vayamos a eliminar el dolor. A partir de la muerte de un padre, viviremos con esta ausencia, y siempre habrá algo de dolor, que podrá atenuarse o intensificarse dependiendo de situaciones, momentos, etc. Pero lo que sí que podremos hacer será integrar la pérdida para aprender a vivir con ella.