La muerte de un hijo es una de las experiencias más duras, difíciles y dolorosas que puede sufrir un ser humano. Los padres son responsables de la protección de sus hijos y por eso puedes vivir la pérdida como un fracaso y con una gran culpabilidad. La muerte de un hijo produce a menudo tensiones y conflictos en la vida de pareja.
A veces pueden hacerse responsable el uno del otro de la muerte de su hijo y llegar a reproches continuos o sentimientos de impaciencia e irritabilidad. Puede ocurrir que no vivan al mismo tiempo los momentos de mayor dolor o las recaídas. Esto puede crear la sensación de que uno siempre está inmerso en el dolor, que no hay tregua, y contribuir a que se eviten en los momentos difíciles para no recaer en el sufrimiento.
Hombres y mujeres no respondemos de la misma manera ni tenemos las mismas necesidades ante la muerte de un hijo.
Un miembro de la pareja puede sentir, por ejemplo, que al otro no le importa la muerte lo suficiente (quizás porque no llora o porque no quiere hablar del fallecido). A veces, la necesidad de parecer fuerte, puede interpretarse por el otro como falta de interés.
La mujer, en general, tiene más necesidad de hablar que el hombre y no siempre lo hace buscando respuestas, para ella, el simple hecho hablar le produce alivio. Al hombre, en cambio, cuando le platean un problema, siente enseguida la necesidad de buscar una solución, y es eso lo que le hace estar mejor. Para él, el simple hecho de hablar, no sirve de mucho y cree que tiene que encontrar algún tipo de remedio al sufrimiento expresado por su mujer. Pero, en general, no es esto lo que le pide ella, sino sencillamente que la escuche. Al mismo tiempo, puede pensar que él necesita lo mismo y presionarlo para que se exprese también.
El padre puede sentirse de esta manera acorralado y al mismo tiempo culpable de no poder hacer algo para calmar la pena y el dolor de su pareja. Ante esta situación, una reacción frecuente en el hombre es buscar refugio en el trabajo o en otro tipo de actividad, o encerrarse cada vez más en si mismo.
Para salir de esta situación, la pareja necesita hacer un gran esfuerzo de comprensión mutua, de aceptar que hay cosas que el otro no puede darle, y que no les hace bien juzgar ni comparar el modo en que viven cada uno la muerte del hijo. La mujer tiene que entender que su expresión emocional produce una terrible impotencia en él. Él, a su vez, debe saber que no debe dar una respuesta sistemática al sufrimiento de ella, que escucharla atentamente es la manera de ayudarla y que es importante hablar más con su mujer de lo que siente.