Las emociones luego de la muerte de un ser querido son la pena y el dolor. Las emociones tienen una función evolutiva, significan algo y nos dan información. La ansiedad o el miedo nos avisan de la presencia de una amenaza y la tristeza, de que existe algo en nuestra vida que no funciona bien. Tener ansiedad o pena permite que adoptemos posturas o intervengamos para poner fin al estresor o al malestar. Incluso cuando el origen de ese malestar no tenga solución. No podemos volver a tener a la persona entre nosotros, pero sí podemos cambiar la actitud para sentirnos mejor con la pérdida.
- Acepta la pena. Vivimos en una sociedad en la que rehuimos del todo el malestar. Queremos estar siempre felices y a toda costa. Nos bombardean con mensajes positivos y optimistas y parece que si no estuvieras feliz, no seas nada. Es cierto que la actitud optimista es una gran aliada en nuestra vida, pero hay situaciones que requieren de la tristeza y la frustración. Acepta que te sientes así y el motivo por el que lo sientes. Piensa que las emociones se presentan al inicio de forma brusca, nos cambian la vida, pero que poco a poco, a medida que nos adaptamos a la pérdida, van perdiendo intensidad. Deja que todo siga su curso natural.
- Sufrir más no significa querer más a la persona. No hay duelo sin dolor, pero tampoco hay amor sin duelo. El duelo duele porque amamos y porque la razón de ese amor ya no está con nosotros. Sin embargo trabajemos en nuestro interior para que tengamos la certeza que si estamos serenos no significa que no le amamos, solo que en vida le dimos todas las muestras de amor que pudimos : dedicación, el tiempo compartido, la comprensión, la ayuda que has prestado, el cariño, la comunicación. Y si no fue asi, es el momento decirle cuanto lo amas sin culpa pra seguir adelante con tu proceso de duelo.
- Quédate con todo lo que aportó esa persona a tu vida. Los recuerdos no tienen que estar centrados en “lo que se ha ido y nos falta” sino en las enseñanzas y las experiencias que compartimos con esa persona, las veces que reímos juntos. Aprende a disfrutar de la persona fallecida. Recordar aviva los sentimientos y emociones y podemos llegar a experimentar emociones idénticas a las vividas en la situación real. Así que trata de echar leña para que los recuerdos sean entrañables, incluso graciosos, en lugar de tristes.
- Piensa en cómo le gustaría a tu ser querido que estuvieras pasando el día hoy, y trata de “complacerle”. Las personas a las que amamos nos desean el bien y quieren que seamos felices. Sufrir por el que no está es una conducta normal, pero seguro que no es lo que la persona fallecida hubiera elegido para ti. Querría que estuvieras viviendo una vida serena, aprovechando los momentos pequeños de la vida y que siguieras disfrutando de todo. Trata de complacer a quien ya no está siguiendo el estilo de vida que hubiera deseado esa persona para ti. Es una forma de estar en contacto y en paz con esa persona.
- Enseña a tus hijos y familiares otro modelo de conducta que relacione amor y muerte. En las películas americanas nos suelen mostrar un funeral bastante más alegre que los que celebramos nosotros. Se celebran en casa, los amigos y compañeros traen comida, se proyectan fotos y vídeos de la persona fallecida, se habla con naturalidad del tema, se acompaña a los afligidos, pero no se dramatiza. La manera en cómo festejas la muerte es una elección. Y está claro que hay formas dramáticas de hacerlo y otras, que siendo respetuosas, son más llevaderas.
- La persona deja de estar físicamente presente, pero no tienes por qué olvidarla. A muchas personas les consuela seguir en contacto con su pareja, sus hijos, amigos, un familiar muy querido después de la muerte. Hablar con la persona, pedirle ayuda, recordar son conductas normales y saludables, siempre que te hagan sentir bien.
Recuerda que tienes la capacidad para elegir en qué centrar tu atención, si en la pérdida o en todo lo positivo que esa persona te dejó.