Recordemos lo bueno

Hay una cosa cierta y es que, nos guste o no nos guste, nuestro cerebro es el único responsable de darnos paz y tranquilidad, o hundirnos en lo más profundo del pesar  sobre lo irremediable de la pérdida que hemos sufrido. 

Pasa a veces que, hagas lo que hagas todo termina  en el  recuerdo de cuando ella  estaba muy enferma y entonces nos abruma  una desesperación y desconsuelo terribles; es ahí cuando debería surgir un enfado con nosotros mismos, pues es bastante el sufrimiento de su muerte como para que, encima, cuando los recuerdos aparecen  en la memoria, solo sirven para  maltratarnos aún más.

Es  como saber que hay dos sacos, uno lleno de cosas infinitamente valiosas y agradables, y otro de algo mórbido, cruel y desgarrador, sin contar con un tercero que  acusa  mis fallos, errores, y aquello que nunca le dije o hice. ¿Por qué sólo recuerdos tristes?

Seguramente nos cuesta mucho  recordar los momentos bellos, quizás sus chistes, sus torpezas que hacían reír o sacar de quicio, y nos cuesta más aun pensar que hoy  está bien, infinitamente bien, que su alma está cerca de Dios y eso aunque no lo entienda es lo mejor de lo mejor.

Si nos esforzamos en traer aquella cualidad de su vida que la distinguía, aquella comida que le gustaba comer o preparar; su forma de bailar o de hablar  tan peculiar;seguramente podremos cambiar el concepto de “pérdida irreparable”, para darle paso a una nueva etapa de nuestro cariño en donde  solo hay compañía y comprensión. En nuestro ser  querido ya no hay reproches porque cuando está cerca de Dios lo entiende todo, lo excusa todo, ya no hay porque llorar sin consuelo, al contrario ahora podemos sentir su abrazo amoroso que  nos dice “todo está bien”.

Puede resultar  que después  de  obligarte a reaccionar de esta forma, no porque nadie lo diga ni lo aconseje, sino porque tiene  lógica, empezaremos  a “tranquilizarnos” un poco. Empezaremos aprender una nueva forma de relacionarnos  con nuestro ser querido que, en definitiva, es lo que más deseamos en el mundo.

Poco apoco se puede sentir  que, a pesar del inmenso dolor,  empiezan a aparecer momentos de dulzura, que se agradecen infinitamente y entonces la visión de la muerte puede cambiar también, le podremos llegar a perder temor  sintiendo y sabiendo que estamos de paso en este mundo, que ahora vivimos solo un preámbulo de algo mucho mejor.